Nueva entrega de Ernesto Marín

Lo divertido esta ahí afuera

Tenía por costumbre... en fin, tenía costumbre.
¡Tócate los huevos Henry Miller! Cuando decías que “las cosas suceden instantáneamente pero primero hay que pasar un largo proceso” no sabía a qué te referías, ¡¡pero joder!! si este es el resultado de ese instante, ¡bendita la hora en que decidí leerte!

Ahora resulta que el largo proceso ha terminado y sí, es cierto, las cosas se están sucediendo vertiginosamente y por momentos, aunque también sean parte de otro proceso aun más elevado que todavía no llego a entender, pero eso es lo que a mi parecer y en este momento estaba necesitando. No voy a contar cuál ha sido el proceso ni tampoco cómo he salido de él, pues creo que no tengo derecho a hablar aquí de la vida de nadie sin permiso de esas personas, como tampoco quiero aburrir a quien lea esto con las venturas y desventuras de vuestro seguro servidor, ya está todo pasado.
La línea estaba trazada y veía el final de ella, allá a lo lejos. El “vehículo” que seguía la línea no tenia ni ganas ni ánimos de llegar hasta allí sin sacar un pie y pisar el cenagoso terreno, que por otra parte tan fantástico me parecía, me atraía con una fuerza irresistible y empezaba a notar como las suelas de mis zapatos intentaban despegarse de esa línea, hasta que por fin la arranqué. Reconozco que igual he hecho descarrilar a quienes tenían ese trazo como único camino, pero por otro lado también me alegra pensar que, en un futuro, quizá entiendan lo divertido que puede llegar a ser errar el tiro, desviarse, hundirse y volver a salir a flote. Es como las barcas de salvamento en los grandes buques, o las sueltas o se van a pique con la embarcación. Las cosas sólo te pertenecen si vuelven a ti cuando las has dejado libres.

Ahora todo está por venir, y empiezo a sentir esa curiosidad como una sustancia de la que necesito dosis elevadas todos los días. No sé lo que va a pasar mañana, ni siquiera sé dónde voy a cenar esta noche, pero eso me deja infinitas posibilidades para todo; para equivocarme, para rectificar, para comerme mis miserias y seguir adelante; el no saber, ó al menos que todavía no esté marcado un camino concreto, me resulta vital, es néctar y ambrosía para mis sentidos. Sé que puedo caer como un castillo de naipes, pero hasta la curiosidad por conocer cómo podría rehacerme me parece divertida. Todo es divertido ahora; mis impulsos, las casualidades, los proyectos que jamás podré realizar, todo me ilusiona, incluso eso; las cosas que sé a ciencia cierta que no podré llevar a cabo, me entusiasman sobremanera, pero por eso, porque sé que ahora, incluso los puedo tener en mente para que no sucedan nunca. Todo es divertido, todo. Me resulta fascinante hasta el no tener memoria de haber estado anteriormente aquí, me divierte hasta pasar malos momentos por ello, hasta la angustia de pensar que puedo dejarme los sesos pegados en una carretera me entusiasma, pues al menos, esa carretera será la que yo he elegido, con una ilusión que tenía olvidada.

No hace mucho escribía sobre la “inercia”, pero sentía vergüenza por pregonar cosas que no era capaz de llevar a cabo; ahora ya no, ahora puedo hablar con plena capacidad, incluso me puedo permitir el lujo (ahora sí) de instar a quienes quieran de hacer lo mismo, pues hasta la peor de las angustias es propia y divertida. Un cambio constante hacia una meta confusa...y divertida. Millones de kilómetros cuadrados en el planeta y, ¿cuántos conocemos? Millones de seres y, ¿a cuántos saludas por las mañanas?, es más, un foso lleno de mierda en el que puedes caer para siempre, pero ¿no es acaso tu propia mierda?... Estoy seguro de que puede ser divertido.

Ernesto Marín